Crónica de un discurso en la zona de
promesa
Había perdido un país,
pero había ganado un sueño.
Roberto Bolaño
Los estallidos sociales
prepandémicos en Chile, las violaciones a los derechos humanos con las cuales
respondió el gobierno de turno dando por hecho la criminalización de la
protesta; la mirada de una dama que de primera no tenía más que el asco hacia
el pueblo, al que consideraba un grupo alienígena; asimismo, el alto costo de
la vida en un país privatizado que, como se sabe, fue el laboratorio del neoliberalismo
en nuestro continente en la era de Reagan y Teatcher, cuyo marco impulsó un plebiscito
dudoso en los ochenta para aprobar o rechazar la constitución política elaborada
por la dictadura militar encabezada por el general Augusto Pinochet; todo ello,
aunado a la desigualdad social inaguantable, la precarización que detonó la expansión
del narcotráfico, el exterminio de los mapuches, el abuso de la inversión
privada, de las mineras como Dominga que demostraron que nada quedó del llamado
“milagro chileno” en un país que no ha juzgado a sus militares como sí lo hizo
Argentina, en una nación que se jactaba de ser modelo de modernidad, prosperidad
y paz social, se fue un momento por la borda con el primer discurso del joven
presidente electo de Chile, Gabriel Boric.
Sin corbata, con unas hojas de papel que apenas le servían de guía, quien
fuera diputado con la mínima edad que se requiere para candidatearse a un
primer puesto, habló claro, fuerte y escuchando, respondiéndoles a sus
seguidores que abarrotaron el centro de Santiago este domingo. Fueron palabras conmovedoras, inéditas no
sólo para los jóvenes que lo votaron, sino para esos ocho millones de personas
que fueron a las urnas en una de las elecciones más concurridas de la historia
chilena.
Consciente de ese momento, el líder se dirigió a su país y al mundo enunciando
una plataforma ideológica de lo más progresista que ya quisieran los países de
Escandinavia. Comenzó admitiendo que su proyecto hereda una larga trayectoria
histórica donde
caben, desde Pablo Neruda como senador, Salvador Allende como primer mandatario,
hasta Michelle Bachelet como un doble muro de contención. Luego dio rienda suelta
a una pieza donde palabras como desarrollo, justicia, verdad, fueron coreados. “Cuidaré
de una democracia sustantiva, donde la gente tenga protagonismo”, afirmó no sin
recordar que esos avances van a requerir acuerdos sólidos, alianzas, sinergias
y lo mencionó tomando aire para soltar una consigna que seguramente erizó la piel
de la multitud: "Que
se escuche en todo el mundo que el respeto a los derechos humanos es siempre y
en todo lugar un compromiso inclaudicable y que nunca, por ningún motivo,
podemos volver a tener un presidente que le declare la guerra su propio pueblo.
Chilenos y chilenas, a las víctimas de violaciones de derechos humanos de todo,
todo tiempo, no nos cansaremos de buscar verdad, justicia, reparación y no
repetición".
El público respondió como en un concierto,
“¡justicia, verdad, no a la impunidad!”, gritaban, así que Boric se unió al
coro con el brazo alzado, como si fuera uno más en una manifestación frente a La
Moneda. En ese punto esperábamos que mencionara otra palabra clave: ejército,
pero no llegó, tampoco otras que se le relacionan, militares, milicia, etc., lo
cual revela el acertado tino de sus redactores o de él mismo para evadir las
espinas venenosas. Por ende, el giro hacia a otros temas no se hizo esperar con
igual emoción. Sobre la salud, dijo que igualaría hacia arriba el acceso de
todas y todas a la atención médica sin importar su bolsillo, lo cual recordó a
la frase de AMLO, “limpiaremos el gobierno como se barren las escaleras”.
La plataforma del chileno contempla la estatalización
de ese importante tópico, el freno a los seguros privados. No en balde se
mostró indignado de que en las provincias lejanas no se cuenten con especialistas
para atender, por ejemplo, a niños con cáncer. Por algo citó a Nicanor Parra, a
los dos panes que se tienen y de los que el pueblo no come ninguno. Algo que,
por cierto, ocurre en toda América Latina y que, a mitad del sexenio en tierra
azteca, tampoco se ha corregido. Parece que se necesita mucho más que voluntad
política para que nadie se muera por falta de antibióticos, vacunas ya no contra
la Covid-19, sino contra el sarampión. Algo que, insistimos, sigue pendiente
desde los irrespetados Acuerdos de San Andrés. Se pone este ejemplo para no
dejarnos llevar por esa alegría arrebatadora del triunfo de la izquierda que sí
se deconstruye en Chile y marca precedentes en los puntos medulares de nuestro
tiempo: derechos humanos, feminismo, diversidades, cambio climático: "Somos
una generación que emerge a la vida pública demandando que los derechos sean
derechos y no bienes de consumo. Vamos a seguir defiendo esos principios",
acotó Boric.
Poco después, profundizó en una de las
puntas de lanza de su ideario que más bien es la vanguardia que lo llevó a la
victoria porque el joven político aseguró que las mujeres en su gobierno serán
protagonistas. Se refirió a sus luchas en más de dos ocasiones y propuso algo
inédito que lo distancia con uno de los líderes políticos que lo han inspirado,
el mismo Andrés Manuel López Obrador. Nos referimos a la creación de un Sistema
Nacional de Cuidado, “que reconozca y valore a las mujeres que producto del
machismo y la sociedad patriarcal, hoy siguen realizando ese trabajo y vamos a
avanzar en socialización, valorización y corresponsabilidad, dejando atrás de
una vez por todas la herencia patriarcal de nuestra sociedad", música para
nuestros oídos feministas, claro, pero también para quienes ondeaban las
banderas del arcoíris porque se reconoció la fuerza, el valor de las minorías
sexuales, de las diversidades, en medio de ríspidos ambientes de discriminación.
Música que nos esperanza y hace levantar del asiento para bailar aplaudiendo al
sexi barbón de los brazos tatuados que no se parece en nada a otro presidente
que dijo que las mujeres deben ser abnegadas y que ellas cuidarán de todos en
sus casas en tiempos pandemia.
¿Se
acuerdan de estas declaraciones?: “A veces no gusta mucho
porque, también con razón, se quiere cambiar el rol de las mujeres y eso es una
de las causas, es una de las causas justas del feminismo, pero la tradición en México es
que las hijas son las que más cuidan a los padres, nosotros los hombres somos
más desprendidos, pero las hijas siempre están pendientes
de los padres, de los papás, de las mamás. Entonces, cuidamos, por tradición,
por costumbre, porque la familia mexicana es la institución más importante de
seguridad social que existe, es familia fraterna. Bueno, eso nos ha ayudado”, es decir, se aguantan en nombre de la tradición, según el presidente
de México. ¿Por qué no proponerle echar a andar la iniciativa de Boric?, ¿dirá
que no es necesario porque así son las cosas aquí?
Volvamos con el sudamericano, por si sus
puntos de vista cercanos a la gente, nacidos desde el útero de las plazas públicas
donde miles de manifestantes marcharon exigiendo la no repetición de la
vergüenza dictatorial, no eran suficientes, quien asumirá la presidencia de Chile
en marzo del 2022 también se comprometió con hacer de los barrios lugares más
seguros y libres de narcotráfico porque piensa invertir en deporte, en ciencia,
en educación condonando las deudas de los estudiantes, además de reconocer el
derecho de los pueblos originarios a ver el mundo desde otras perspectivas lingüísticas
y culturales al tiempo que pondrá un especial cuidado en la preservación del
medio ambiente, ya que en su país el cambio climático es una realidad.
A esas alturas quien esto escribe ya
estaba preocupada pensando en cómo se pueden instrumentar tales cambios, por
dónde va a empezar Boric. Un buen principio es asumiendo que "no todo puede hacerse al mismo tiempo. Esos
avances se irán discutiendo con ustedes. Este será un gobierno de manos
abiertas, conversado con el pueblo porque nosotros, a La Moneda entra a la
gente”, respondió a sabiendas de que la lista de sus deseos es larga, compleja,
que encontrará resistencias, que tendrá que gobernar para quienes no piensan
como él, que deberá negociar, pactar para su proyecto avance con
responsabilidad sobre la vía de una reforma estructural que los chilenos exigen
sin dejar a nadie rezagado.
Lo cierto es que la esperanza sí le ganó al
miedo tal como Gabriel Boric le expresó al mundo. Una esperanza que ojalá no
sea peligrosa para él mismo. El recuerdo de Salvador Allende es imborrable: “Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se
abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una
sociedad mejor”, declaró en su último discurso, casi antes de morir. Por eso,
este joven apasionado que mandará en el corredor de la poesía de Sudamérica
insiste en profundizar en las libertades de
todos, “especialmente de todas porque en nuestro gobierno las mujeres no
retrocederán en los derechos y libertades que han logrado luchando a lo largo
de la historia", repite y crece su club de fans. Inevitable que así suceda
porque para él, el crecimiento económico y distribución justa de la riqueza van
de la mano, porque uno de sus objetivos centrales es que el recurso alcance
para que todos, los chilenos y las chilenas, puedan tener una vida digna.
El cierre fue mesurado. Boric se
despidió, dijo “seguimos” luego de tocarse el corazón y alzar el brazo porque admitió
que “estamos parados sobre los hombros de gigantes”. Una lluvia de serpentinas
lo cubrió mientras las fotos, vítores que iban en in crescendo con más
esperanza. Acto seguido, abrazó a sus padres, a su compañera. Quizá los
espíritus de Mistral, Neruda, Nicanor, Víctor Jara, Violeta, los miles de
latinoamericanos buscando un lugar en este mundo de Canclini, los jóvenes de Bolaño,
esos muchachos desnudos bajo el arcoíris de fuego, esos perros románticos cuyos
cuerpos arrojaban al mar, también aplaudieron. Quiero creer que,
en estos últimos renglones, con esas referencias, cabe la justicia.
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