En torno a Un claro en el bosque de la cadencia
Cadencia
Nos avisa Sandoval en el preámbulo de esta antología que el
descanso de su propia cadencia es, a veces, el delirio. Como si fuese necesario
dejar el propio movimiento, abandonar la voz y mecerse en el amasijo carnoso de
las palabras, sin modulación, sin juicio; o quizás replegar velas, parar el viaje
para observar el mapa y leer de cerca el itinerario que ha seguido. Soltar en
frente ese equipaje de cenizas que al encuentro con el canto tiene que
convertirse en brasas. Y verlo arder.
Así, esta antología tal vez le sirva a Alma Karla Sandoval para observar desde la calma, a su alrededor, su bosque. A las lectoras, en cambio, nos supone más allá de un claro: una absoluta claridad, una iluminación. No se trata de un lugar parecido a un valle, sino, usando sus palabras “un camino que se abre en la cara para entender” y ese entender no se somete a la razón, apenas a entender. Una voz que se desplaza porque ella misma dice que “quieta no, quieta jamás”, apenas un respiro para tomar aire y seguir.
Transitar este camino supone estar dispuesta a ser atravesada, a que no sean el ojo y la mirada los que detienen las palabras antes de entrar en el cuerpo porque “la memoria no es un álbum”, sino el cuerpo el que constata, en su temblor, que la palabra ya está dentro, y ha hecho su trabajo de ficcionar la realidad y construir el relato de la vida, porque efectivamente “la memoria no es un álbum, sino una larga herida negra que nos cruza, un lagarto, tal vez, debajo de los músculos”.
Referencias culturales
constantes, la flor y el canto en el fondo de cada poema recogiendo la
tradición mexicana desde un punto de vista totalmente actual, de una mujer
poeta que habita en la contemporaneidad, para nuestra suerte, y que nos invita
a reflexionar y al deleite de la poesía, no diré, de la poesía con mayúsculas
detesto esa expresión “con mayúsculas”, así que diré con alas, o mejor con
viento. “ un soplo que desviste lo que miro, /las cosas ciertas o irreales:
abulia y dolor de los peatones, semáforos eternos cuando llueve”. Encontramos
en estas páginas “una oferta de información estética anchísima y honda” como
reza el texto de contraportada de Saúl Ibargoyen, un encuentro literario en
estas páginas que atraviesa la barrera entre lo real e irreal para llevarlo a
la verdad de la poesía. La belleza extrema que Alma Karla Sandoval acuesta en
estas páginas proviene de la luz en batalla con la oscuridad, de esa fuerza de
contrarios pugnando por hablar, por expresarse. Acuesta su canto en el borde
del camino para que nos acompañe en la senda del bosque. Encuentra su claro,
lectora, llama a la puerta de esta cama de hierba o de nubes:
Llama,
que no se pudra
la semilla,
que tu canto
también duerma.
Silvia Penas
Pontevedra, 6 de octubre de 2021.
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