Sin lugar para guasonas

Alma Karla Sandoval

 


 

Incapaz de dormir, de tejer un discurso sincrónico, una melodía sin blancos, escribo. Acabo de llegar del cine. Vi Promising Young Woman. Casi aplaudo llorando al final, pero sentí una infinita vergüenza de ese deseo. Luego, al observar el dije con forma de corazón roto y el nombre de una mujer ardiendo en una hoguera, entendí. Acto seguido, mi propia aorta se aceleró.

Nada que ver con Thelma and Louise, sin embargo, el filme dirigido por Emerald Fennell apunta al centro de la justicia aún negada a las mujeres trátese del país, colonizado o colonizador, del que se trate. Con humor negro, suspenso balanceado, la cinta muestra a una guasona más cuerda y lúcida que delirante. Camaleónica, eso sí, disfrazada como Miriam Rodríguez, la madre tamaulipeca quien persiguió a los asesinos de su hija sin descanso disfrazándose de encuestadora, trabajadora de salud, funcionaria y otras identidades para conseguir nombres, direcciones. Ella inventaba excusas para conocer a los familiares de los delincuentes y como la prometedora joven de la película, registraba los datos en una libreta. Tres años duró esa cacería. Atrapó a diez personas involucradas con el crimen de su primogénita. Solicitó protección y al igual que a Marisela Escobedo, la asesinaron en el norte de este país.  

Dos casos reales. Tal vez por eso la ficción de una británica donde la que busca venganza es una rubia anoréxica, duele, pero no tan hondo como las historias de miles de feminicidios a los que muchos se han acostumbrado. No es nuevo. La ofrenda sacrificial de mujeres continúa porque sella el pacto. Si una intenta hacer justicia con sus uñas esmaltadas de distintos colores, con pelucas de enfermera inflable u otras estratagemas dignas de un guion premiado, debe atreverse a correr todos los riesgos. Del patriarcado solo salimos muertas, así que no tenemos opción más que seguir juntas más allá del más allá. Solo nosotras nos empeñamos obsesivamente en honrar nuestra memoria, invertimos la vida que también ofrendamos en pos de una justicia que nos niegan.

Eso es lo que preocupa de esta película, la ironía macabra que, si no se lee en su justo medio, puede provocar reflexiones adversas para la emancipación de las mujeres. Temo que resulte “aleccionadora”, que se entienda bajo la sombra de estas interrogantes: “¿ya ves lo que le pasa a la que no acepta su destino de cordero sacrificado, su condición de esclava sexual, de útero gestante?, ¿ya ves cómo terminan las que prefieren morirse a vivir en un mundo que las viola antes de asfixiarlas literalmente?”  y lo que es peor, si sobrevives: “no te atrevas a querer a otra, a luchar para que su dolor no quede impune, se trate de tu hija, de tu madre, tu hermana o una amiga” porque la factura de la sororidad es tan perversa como cara.  No seas una guasona, mejor una niña buena que odia a las demás y solo adora a su papi, el que la abusa.  No sé si ese es el mensaje, si tendría que haberlo. De cualquier modo, hiere el doble filo, real o no.

 

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